La historia de como los dodos obtuvieron refugio

Se sabe ya que el dodo, una gran ave no voladora endémica de las islas Mauricio en el océano Índico, se volvió extinto porque los colonos europeos usaban demasiado la especie de árbol de la que se alimentaban.

Pero… ¿y si acaso la historia real fuera la de una tentativa de genocidio?
¿Y si acaso algunos hubieran conseguido escapar y sobrevivir?

Inspiración: alguién preguntó a una amiga australiana si aún hay dodos en Australia

La historia

De hecho se reunieron como una rama secreta de los Francmasones, una rama tan secreta que ni se sabe su nombre. Eso ya lo saben los expertos.

Todo comenzó cuando su jefe, el príncipe Dubidú Dodo LXVII, decidió salvar a los pocos que quedaban vivos después de que se inició el masacre por los colonos. Un grupo de colonos, liderados por el navegador holandés Gert van Drenthe, había decidido que era necesario eliminar los dodos, los cuales, según van Drenthe, “no merecían vivir en la isla”. Esos colonos organizaron masacres frecuentes de dodos, atacando sus nidos y comunidades, y capturándolos para cazarlos, hasta finalmente matarlos de todas formas.

El príncipe por poco consiguió escapar a la muerte, escondiéndose en un tronco de árbol durante un ataque especialmente violente. Cuando se habían ido los colonos, él salió de su tronco y reunió a los cien y pico dodos restantes. Juntos, decidieron montar un contraataque para soltar a sus compañeros presos. Después de semanas de preparación, la operación terminó con un éxito parcial: soltaron a dos mil dodos, pero antes de poder soltar a todos los colonos se enteraron de lo que estaba pasando, y mataron a los demás. Así fue que Van Drenthe juró que iba a matar él mismo al príncipe Dubidú, y organizó muchas cazas por toda la isla para encontrarlo.

Mientras tanto, el príncipe y sus sujetos se habían organizado en comunidades escondidas, atacando frecuentemente a haciendas aisladas para destruir las culturas, en una campaña masiva de intimidación. Esas operaciones fueron llevadas a cabo con mucha precisión, y los dodos siempre volvían a sus refugios subterráneos antes de que los colonos se enteraran de lo que pasaba. Por medio de esos ataques los dodos consiguieron vaciar una zona bastante amplia donde podían vivir con seguridad.

En aquel momento Van Drenthe decició contratar a cientos de zorros para ahuyentar a los dodos restantes. Firmó una alianza con el rey Vulpos VII de Nueva Zorría para encontrar y atacar a los nidos de los dodos. El príncipe se enteró de ese plano, y finalmente tomó la decisión de salvar a su gente. Con la ayuda de un grupo de comadrejas francmasones locales, y su rey Marsupias III, Dubidú y su pueblo consiguieron infiltrar Port de Warwick y robar tres naves. Dos de esas salieron ostentosamente, una para la India y otra para África, pero solo llevaban equipajes de comadrejas.

La tercera, que según decían los rumores había naufragado justo fuera de Port de Warwick, había sido escondida de noche en una bahía cercana para esperar. Al enterarse de eso, Van Drenthe envió el resto de la flota para retomar las dos naves escapadas. Pero antes de que las recuperó y se enteró del engaño, los dodos ya habían escapado con la tercera nave, aprovechándose de la noche.

Después de dos meses en el océano Índico llegaron a la costa oriental de Australia, donde encontraron al primo lejano de Marsupias, Gangurú IV, jefe de una tribu de canguros, siendo ellos francmasones también. Ésos acogieron a los dodos. Les dieron nuevas identidades y los movieron varias veces en los años siguientes, pero quedan poquísimos detalles. Las últimas trazas suyas que hayamos encontrado son las de un pueblo dodo del 1835, cerca de la actual Carnarvon, y que indican que los dodos habían huido de prisa.

Aún no se ha encontrado más trazas suyas, pero se especula que siguen en alguna parte de Australia, aún protegidos por sus amigos canguros. Los rumores hablan de varios ubicaciones posibles de la comunidad, cada una bien escondida y guardada por los Canguros Rojos (la fuerza de seguridad de élite de la dinastía Gangurú, con 2 metros de altura y muy viciosos), con órden de matar a cualquier intruso.

La mayor parte de esa historia se reconstruyó a partir del diario de Van Drenthe’s y de papeles oficiales de Port de Warwick, junto con las memorias escritas de Vulpos y Marsupias. Algunos detalles más de lo que pasó en Mauricio fueron encontrados en documentos que el príncipe Dubidú dejó en su hogar original en la isla.

En cuanto al príncipe, no se sabe casi nada de lo que le pasó. Encontraron a su corona en el pueblo cerca de Carnarvon, pero no al cetro hereditario, que era el verdadero símbolo del poder de su dinastía. La corona era entera, y eso fue significativo: según las costumbres de esa raza, al morir un príncipe dodo por motivos no ‘naturales’, se solía partir su corona en dos pedazos. Eso hizo que los expertos creen que, después de haber sobrevivido al viaje a Australia, al final murió en paz, siendo su cuerpo quemado según la tradición. Eso, junto con la ausencia del cetro, indica que seguramente la dinastía siguió activa por medio de sus hijos, pero aún no se ha encontrado trazas de ello.

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